Tenemos claras las dificultades y la falta de referencias que
tenemos las mujeres ya que, en nuestras vidas, en nuestros cuerpos y en nuestra
salud existe un constante tabú. Además, estos días se incrementa inundándolo CASI
todo, porque sobre aquello que tiene que ver con nuestra capacidad para decidir
como sujetos de derecho, todo el mundo tiene un interés y opinión.
Estos días venimos asistiendo al ritual institucional publicitario que se genera en torno al 8 de marzo:
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Polémica
por lo que hacemos y por lo que no hacemos.
-
Polémica
que se agita como un arma para que estemos quietecitas, en casa, que estamos
“más monas”.
Pero hay cosas invisibles para las que no existe
polémica y mucho menos soluciones:
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No
genera polémica que muchas mujeres que intentan romper con la violencia en la
que viven, no puedan hacerlo por miedo al hambre o a quedar en la calle con sus
hijas e hijos.
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No
genera polémica en los grandes medios cuando miles mujeres se van a quedar sin
medios de vida.
- Tampoco se destaca los miles de mujeres que trabajan en los cuidados (de forma remunerada o no) vemos que nuestra labor se invisibiliza, se precariza, se desmonta o se minusvalora, condenándonos a continuar cuidando en silencio, en privado, sin EPIs o medios adecuados y, en todo caso, haciendo malabares para sostener las vidas.
Me
pregunto ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Cuánto tiempo más vamos a tener que
escuchar eso de que “quietecitas y calladitas estamos más guapas”? ¿Has cuándo
seguiremos siendo “las reinas en nuestra casa” sin derecho a abrir la boca?
¿Cuándo va a dejar de cuestionarse que, en nuestras bragas, en nuestros
cuerpos, en nuestros derechos y también en cómo defenderlos, decidimos
nosotras?
Cuando se generará la polémica en los grandes medios de comunicación y en las calles, porque los espacios y recursos de atención a mujeres que han sufrido violencias machistas no cumplen los protocolos, no son suficientes y no ayudan a generar alternativas reales para que las mujeres podamos romper libremente con la desigualdad que sufrimos y que, muchas veces, a muchas mujeres les cuesta la vida.
Cuando veremos un gran debate público que polemice sobre el hecho de que nuestras instituciones, reivindiquen los cuidados como algo más allá del lema o del punto morado en las campañas del 8M o 25N. Cuándo veremos que nuestras instituciones, las de todas, de verdad apuestan por no abandonarnos a cuidar de forma precaria, aislada, insuficiente o subcontratada, mal pagada, sin EPIs o en regímenes bien parecidos a la esclavitud.
Hasta cuando las desigualdades que sufrimos las mujeres desde que nacemos hasta que morimos en cualquier paso de nuestras vidas, en cualquier decisión y en cualquiera de nuestras experiencias.
Será posible que desde las instituciones se entienda y se
asuma que, negarse a hablar de patriarcado, es dar pábulo a que muchas mujeres
sigamos viviendo en el ostracismo en el que, en la edad media, nos
quemaban por ser brujas y hoy se nos condena por irresponsables al
querer hacer de las calles un lugar nuestro para exigir nuestros
derechos.
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